Un aleteo quebradizo rompió
el silencio de la noche, gireme asustado en la penumbra para indagar el origen
de aquel escabroso sonido. Busque entre las sombras hasta encontrar a la
criatura que me desveló de mis sueños más profundos, un ángel que había caído
herido, sus alas rotas golpeaban las exasperadas las paredes de mi habitación
en pos de remontar el vuelo sin lograr mas que más dolor y desazón por su
incapacidad para remontarse de nuevo a las alturas.
Me acerque a ella cauteloso, pues jamás había visto nada semejante, y trate
como pude de ayudarla, la tendí mi mano en señal de apoyo, siendo correspondido
con la suya, la cual era suave y me transmitió sensaciones que nunca antes
había sentido. Yo estuve a su lado, mientras ella se recuperaba poco a poco,
tiempo en el cual la oscuridad salió de vida para encaminarme por senderos
lúcidos, sin temores ni pesadumbre. Ella sentía lo mismo, me abrazaba en los
malos momentos, me daba paz, y yo le di toda mi alma a cambio de ello...
Pasado largo tiempo se recuperó, pero siguió a mi lado ¿para siempre? ¡NO!
Hasta las criaturas más dulces tienen un lado oscuro, lleno de ira y rencor.
Tan pronto era un ángel como se transformo en un ser amorfo, su ojos se
tornaron amarillos e inyectados en sangre, su aliento ya solo vociferaba un
aliento pútrido y lleno de engaño, su boca, ahora desfigurada, me dio un último
beso que se me clavo como 50 puñales en el corazón.
Tal como vino, en una noche oscura, me dejó, pero fortaleciendo aún más el
dolor de mi alma herida por aquella criatura a la que se la ofrecí sin reparo.
Pesadilla me acontecen día y noche desde su fatídica marcha, fantasmas me
persiguen sin descanso, no tengo un respiro, mi sufrida alma ya no da más de
si, desesperación, sufrimiento, dolor, odio, ira... Soy una bomba de relojería
apunto de autodestruirse.
Este dolor se me hizo eterno, y no fue tan siquiera una pequeña parte de lo que
me aguardaba, un camino tenebroso.
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