Otra vez volvió a
ocurrir, otra vez de nuevo... era una noche fría y oscura, y de nuevo ese
sonido, ese aleteo, no podía ser, no me traía buenos recuerdos, pero no pude
evitarlo y fui en busca de la fuente que lo produjo.
Volvía a haber algo en la penumbra, pero, al contrario de la otra vez, no era
yo quien iba en su ayuda, ella venía a mí. En frente de mi, la criatura más
hermosa que había visto jamás, sus ojos eran tan claros que iluminaban todo a
su alrededor, como un mar placentero lleno de esperanza, sus labios rojos como
el fuego y cálidos como tal. Su semblante a la vez que tierno era frío, sus
alas, negras como el carbón me rodearon, al igual que sus brazos, para
fundirnos en un beso apasionado...
Ella me calmó, tal y como antaño ocurriese, pero aunque sigo cauteloso y lleno
de rencor por lo ocurrido, ya que el sufrimiento pasado me dejó una cicatriz
abierta, no pude evitar caer en sus brazos, pues en sus ojos vi reflejado un
ápice de esperanza...
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